ADORACION PERPETUA EN USHUAIA

“Tenemos necesidad de un ‘discipulado eucarístico’, de ser discípulos y misioneros de la Eucaristía, no sólo en la dimensión piadosa, sino también, como expresión del amor donado, del sacrificio y de la cruz, del amor martirial en lo cotidiano. La capilla del Santísimo es escuela de oración y de servicio para los que quieren ser verdaderos discípulos y misioneros de Jesús”. Así lo expresó el obispo de Río Gallegos, monseñor Juan Carlos Romanín SDB, en la homilía de la misa a la que asistieron las personas que participaron de la adoración perpetua, celebrada el pasado viernes 29 de octubre en la parroquia Sagrada Familia, de Ushuaia, en el marco de su visita pastoral a Tierra del Fuego. Al referirse a los adoradores señaló: “Somos sagrarios vivientes, felices de tener entre nosotros, y en nosotros, la presencia real del mismo Jesús”. Pero aclaró que “no somos solamente guardianes de sagrarios, sino también responsables del proyecto eucarístico de la Última Cena: ‘ámense los unos a los otros…’ Estamos llamados a ser servidores, a ser espacios sagrados, en relaciones fraternas y libres”.
“Jesús -agregó- se nos revela como el Maestro de amor y comunión. En la Última Cena nos enseñó a lavarnos los pies los unos a los otros. Para entender y asimilar esto, hay que dilatar el corazón a la medida del corazón de Jesús. Reconocer su presencia siempre nueva y amar a cada prójimo como lo ama Dios”.


El prelado destacó además que “la Eucaristía está íntimamente unida a la caridad” porque “la comunión con Cristo exige ‘la comunión’ con los hermanos”. En ese sentido advirtió: “Es imposible separar el Cuerpo sacramental de Cristo de su Cuerpo ‘total’, del que nosotros y toda la humanidad formamos parte”.


“La Eucaristía es una comida que nos compromete. El amor fraterno es la prueba de la autenticidad de nuestras Eucaristías y de nuestros momentos de adoración. Ante el Santísimo Sacramento asumimos el compromiso de ‘hacernos pan’, de ‘ponernos al lado del otro’. Donde hay pan compartido allí está Dios. Sin la caridad, la Eucaristía será siempre un culto vacío. Y la caridad sin la Eucaristía, se reducirá a una pura filantropía o acción social”, precisó. WWW.AICA.ORG

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