Sí a la vida. Esta es la opción fundamental de Gianna Beretta Molla, mujer de su tiempo, miembro de la Acción Católica, esposa, madre y pediatra de Milán. muerta hace 30 años, el 28 de abril de 1962, a los 39 años de edad, en el Hospital de Monza, que llegará a los altares, el próximo 16 de mayo, junto a Don Orione entre otros.
No cabe duda que un mundo donde muchas veces, se defienden todos los derechos y se niega el derecho a la vida del no nacido, esta laica amante de la música, de la vida en el campo y la montaña, profesional comprometida y madre abnegada de 4 hijos, supo descubrir en lo cotidiano el modo de ser una cristiana auténtica y una mujer plena.
En Julio de 1991 el Papa reconoció la heroicidad de las virtudes de Gianna. que no dudo en priorizar la vida de su hija por nacer antes que la propia, dada la aparición de un fibroma que debía ser extirpado. Su esposo decía que su elección”no fue un suicidio” La decisión de mi mujer fue el resultado coherente de toda una vida No lo hizo porque esperase nada a cambio, ni ‘para irse al Cielo’. Lo hizo porque se sabía madre”.
"La vida humana es sagrada e inviolable: es un don de Dios al hombre, pero también es un don del hombre a los hermanos ". Son las dos expresiones que aparecen con mayor frecuencia en los escritos y en la vida de Gianna, y que constituyen la clave de lectura de sus opciones y de su misión apostólica.
Gianna se orientó decididamente a la profesión de médico que era una tradición de familia, se casó con Pietro Molla decidida a formar una familia cristiana y combinar su vida familiar, profesional y apostólica en su proyecto de vida.
Luego, imprevistamente, a los 39 años, Gianna embarazada de su cuarto hijo, comienza a tener complicaciones de salud.. Hoy, su marido -que tiene 82 años-, lo recuerda con todos los detalles: "Durante el cuarto embarazo, en septiembre de 1961, apareció un gran fibroma en el útero, por lo cual -a los dos meses y medio- se hizo necesaria una intervención quirúrgica. Este fue el inicio de su holocausto. Fidelísima a sus principios morales y religiosos, dispuso sin dudar que el cirujano se ocupase primero de salvar la vida de su criatura".
En vísperas del parto no duda en reunir, junto a su lecho, al marido y a los médicos para decirles: "Si deben elegir entre el niño o yo, ni lo duden: elijan -y se los exijo- al niño. Sálvenlo!".
Con estas convicciones profundas, y sabiendo todo lo que le espera -Gianna era pediatra y lo sabía muy bien- entra en la clínica de Monza el 20 de abril de 1962, Viernes Santo, tiene a su hija y muere ocho días después, en su propia casa.
Juan Pablo II el 24 de abril de 1994 en su beatificación la propuso como modelo para todas las madres quién no eludió el sacrificio, confirmando así su virtud heroica y el 16 de mayo fue canonizada junto a otros cinco testigos de la fe de nuestro tiempo.
"No sabía que vivía con una santa -declaró Pietro Molla-. Gianna era, en realidad, una mujer normal, con la pasión por la vida, por la música, los paseos, la montaña. Fue recién después, cuando ella ya no estaba, que su amor y su sacrificio me conquistaron como una revelación, y me acompañaron todos estos años".
No cabe duda que un mundo donde muchas veces, se defienden todos los derechos y se niega el derecho a la vida del no nacido, esta laica amante de la música, de la vida en el campo y la montaña, profesional comprometida y madre abnegada de 4 hijos, supo descubrir en lo cotidiano el modo de ser una cristiana auténtica y una mujer plena.
En Julio de 1991 el Papa reconoció la heroicidad de las virtudes de Gianna. que no dudo en priorizar la vida de su hija por nacer antes que la propia, dada la aparición de un fibroma que debía ser extirpado. Su esposo decía que su elección”no fue un suicidio” La decisión de mi mujer fue el resultado coherente de toda una vida No lo hizo porque esperase nada a cambio, ni ‘para irse al Cielo’. Lo hizo porque se sabía madre”.
"La vida humana es sagrada e inviolable: es un don de Dios al hombre, pero también es un don del hombre a los hermanos ". Son las dos expresiones que aparecen con mayor frecuencia en los escritos y en la vida de Gianna, y que constituyen la clave de lectura de sus opciones y de su misión apostólica.
Gianna se orientó decididamente a la profesión de médico que era una tradición de familia, se casó con Pietro Molla decidida a formar una familia cristiana y combinar su vida familiar, profesional y apostólica en su proyecto de vida.
Luego, imprevistamente, a los 39 años, Gianna embarazada de su cuarto hijo, comienza a tener complicaciones de salud.. Hoy, su marido -que tiene 82 años-, lo recuerda con todos los detalles: "Durante el cuarto embarazo, en septiembre de 1961, apareció un gran fibroma en el útero, por lo cual -a los dos meses y medio- se hizo necesaria una intervención quirúrgica. Este fue el inicio de su holocausto. Fidelísima a sus principios morales y religiosos, dispuso sin dudar que el cirujano se ocupase primero de salvar la vida de su criatura".
En vísperas del parto no duda en reunir, junto a su lecho, al marido y a los médicos para decirles: "Si deben elegir entre el niño o yo, ni lo duden: elijan -y se los exijo- al niño. Sálvenlo!".
Con estas convicciones profundas, y sabiendo todo lo que le espera -Gianna era pediatra y lo sabía muy bien- entra en la clínica de Monza el 20 de abril de 1962, Viernes Santo, tiene a su hija y muere ocho días después, en su propia casa.
Juan Pablo II el 24 de abril de 1994 en su beatificación la propuso como modelo para todas las madres quién no eludió el sacrificio, confirmando así su virtud heroica y el 16 de mayo fue canonizada junto a otros cinco testigos de la fe de nuestro tiempo.
"No sabía que vivía con una santa -declaró Pietro Molla-. Gianna era, en realidad, una mujer normal, con la pasión por la vida, por la música, los paseos, la montaña. Fue recién después, cuando ella ya no estaba, que su amor y su sacrificio me conquistaron como una revelación, y me acompañaron todos estos años".
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